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miércoles, 6 de mayo de 2009

GRAN TORINO. Un drama menor para un gran director


Walt Kowalsky, después de muchos años, queda solo tras la muerte de su esposa; ahora debe lidiar con la viudez, con la monótona vida que lleva como jubilado y sobrevivir, al mismo tiempo, en un su antiguo barrio el cual es ahora territorio de pandillas e inmigrantes, indeseables, desde la perspectiva del viejo Walt, más aún porque todos le han echado el ojo a su auto, un Ford Gran Torino 1972.

"¡Dios, tengo más en común con éstos chinos que con mis hijos!". Walt Kowalsky

Gran Torino es, como ya dije en el titulillo, un drama menor en la carrera de un veterano como Clint Eastwood, pero me refiero a ‘menor’ no porque sea una mala película, sino porque parece ser un film muy personal a comparación general de otros de su autoría (como por ejemplo “Changeling”).

El viejo Clint, en ésta ocasión, vuelve a las andadas de ser productor, director y actor al mismo tiempo por lo cual se fundamenta como un proyecto con un toque más subjetivo y que despliega, sin ambiciones, una historia compleja con personajes complejos en donde dos mundos, abismalmente diferentes chocan de frente y ocasionan, al igual que sus protagonistas, un crisol de emociones, ideas y situaciones.

El guión escrito por Nick Schenk y basado en la historia que escribió junto a Dave Johannson (ambos muy novatos pero de excelente labor) es una muy interesante mezcla en donde el resaltar los estereotipos es la táctica adecuada, tanto para establecerlos, criticarlos y llegando a desestimarlos, en un caso, y acentuarlos en otro. El guión establecido no tiene baches o subhistorias que distraigan o diluyan la línea general de la trama ya que ésta solo se centra y gira alrededor de, a lo mucho, cuatro de sus personajes.

Abordemos entonces a cada uno de los personajes, Walt Kowalsky es un viejo cascarrabias, malhumorado e inflexible que tiene impregnado un estereotipo muy acentuado como el típico anglosajón racista, patriótico y enchapado en las viejas “buenas” costumbres; Clint Eastwood destaca por sobre todo el elenco en todos los aspectos y más aun por el hecho de que la mayoría de sus coprotagonistas son actores y actrices poco o nada conocidos, Eastwood le da un toque muy especial a Kowalsky, tan creíble que hasta su voz juega un papel muy importante para darle fuerza y carácter, un carácter que durante el film, de manera curiosa, se va “ablandando” dando la impresión al público que solo es un perro que ladra y no muerde, pero eso tiene su razón, ya que el personaje en realidad no decae sino que evoluciona y logra establecer interrelaciones que hacen que poco a poco destaque que, él en realidad, es un ser con sentimientos, muy sensible, curtido por la experiencia y que trata de salir de ese duro cascarón que lo hace parecer como alguien a quien nada le cala, siendo todo lo contrario.

Christopher Carley es el padre Janovich un joven cura que trata de cumplir la última voluntad de la esposa de Walt (hacer que el viejo se confiese) pero Kowalsky lo “maltrata” verbalmente tildándolo de “estudiado, virgen y sin experiencia”, Carley representa bien su papel en líneas generales, aunque la historia le dé poco margen de maniobra ya que por momentos el personaje parece desvincularse de los demás y de la línea que se sigue.

Bee Vang es Thao Van Lor, el chico tranquilo que no se mete con nadie, pertenece a una familia tradicionalista de origen vietnamita pero que es obligado a iniciarse en la pandilla de su primo robando el Gran Torino de Walt, el muchacho es la primera vez que actúa, definitivamente un bautizo de fuego del que sale con una que otra quemadura por la inexperiencia en el campo, pero logra desarrollar bien un papel que es importante en la trama ya que Thao comienza a ser de la redención de Walt, ya que pasa de ser el asiático discriminado por Walt a convertirse en un tipo de protegido y hasta como un hijo (o nieto) para el viejo ya que sus hijos lo han abandonado por su forma de ser y sus nietos le rehúyen de igual manera.

Ahney Her es Sue Lor, hermana de Thao, la chica lista que ataca los estereotipos, es estudiada y, aunque no deja las costumbres de su familia, trata de no darles la extrema importancia que los demás le dan; Her es por demás sobresaliente, con un personaje que llega al corazón y que se atreve a ponerse a la altura del viejo Clint; ambos, por situaciones totalmente fuera de su control, llegan a convertirse, casi de la nada en amigos, dicha amistad es la fusión de dos maneras de pensar y actuar inmensamente distintas pero que se compatibilizan influenciando a ambos de la mejor manera, situación que siempre se aprecia a lo largo del film.

Es emocionante como en el desarrollo del film, siempre hay una lección que trae ejemplos, sea por las anécdotas de guerra de Walt, en las cuales se puede inferir la emotividad que encierra ese duro caparazón o la indecente, obstinada, vulgar e injusta forma de operar de las células pandilleriles que en su “mundo” pueden hacer y deshacer a su antojo no importando si cortan la tranquilidad y la vida de todos los demás ciudadanos. Es de resaltar el hecho de que Eastwood se enfoca en no explotar los estereotipos típicos como el latino o el afroamericano criminal, siendo éstos aparatos por otra raza, la asiática, que también está metida en el accionar de las pandillas y las mafias que controlan, de manera especial, los barrios pobres.

Los contrastes existentes son tan bien logrados que dejan al público encantado, ver por un lado una casa tan arreglada y cuidada (la de Walt) que se enfrenta a un barrio lleno de casas viejas y descuidadas; por otro lado están los asiáticos que se han adueñado de casi todo en la zona y cómo Walt, el único anglosajón, se resiste a abandonar el lugar aunque esté rodeado de “chinitos”, quienes de una u otra forma le hacen recordar su belicoso y traumático paso por la guerra de Corea; pero más importante aun es el hecho de que él es un hombre mayor, en el final de su existencia y debe relacionarse con sus vecinos que son jóvenes que apenas empiezan a conocer los sabores y sinsabores de la vida.

Con una fotografía envidiable, un uso espectacular de los claro oscuros, expectativa en secuencias clave con giros inesperados que permiten destacar la rudeza del señor Eastwood, que según dicen (ya que admito que yo no he visto muchos de sus antiguos trabajos) resucita la imagen de un ícono cinematográfico como Harry “El Sucio”; una imagen que deja al margen a sus contrincantes y anima al espectador a ser seguidor de Walt, a pesar de su aberrante nacionalismo, racismo y aparente falta de flexibilidad.

Walt enseña sobre la dureza de la vida, los chicos sobre el lado amable de la vida y sus contrapartes enseñan sobre lo feo de ella mientras que el Gran Torino es solo el, irónicamente, vehículo que da pie al inicio de la trama y el que termina cerrándola a pesar de ser solo un elemento adicional en todo el desarrollo. Espectacular film, grandes actuaciones y una gran trama que, definitivamente no es para aquellos que busquen explosiones o acción desmedida y sin sentido… por cierto al final es brutal escuchar al carrasposo Clint siendo parte de la banda sonora de la película, un detalle más que especial.


jueves, 2 de abril de 2009

CHANGELING. Un drama de altos quilates


“Nunca empieces una pelea, pero siempre termínala”. Christine Collins

Christine Collins es una madre soltera que trabaja arduamente para mantener una vida decente junto a su hijo Walter quien, un día de tantos, desparece misteriosamente; desde ese momento Christine enfrenta los peores temores de una madre y la negligencia de las autoridades, lo cual la orilla a enfrentar la corrupción que se cierne sobre la ciudad de Los Ángeles.

Bajo la dirección y producción de un legendario Clint Eastwood, Changeling (El Sustituto) es uno de aquellos dramas que no pueden dejarse pasar por alto tanto por la sobriedad de la ejecución, la excelente fotografía, las actuaciones de gran factura como por una historia tan brutalmente conmovedora, escrita por un veterano guionista de la televisión como lo es J. Michael Straczynski (Captain Power And The Soldiers Of The Future, Twilight Zone, Babylon 5) que a más de alguno hará meditar para comparar dichas situaciones con las acaecidas, por ejemplo, en la sociedad salvadoreña actual

Eastwood y Straczynski nos llevan a finales de los años 20 y principio de los 30 en una ciudad de Los Ángeles donde reina la corrupción, el autoritarismo, la negligencia y la represión todo gracias a un departamento de policía totalmente nublado por el poder y que ha olvidado su misión esencial que se basa en servir y proteger al ciudadano común.

Eastwood logra con creces representar, casi al calco, una ciudad, costumbres y aspectos correspondientes con la época en donde se desarrollan los hechos tanto edificios, casas, tranvías, vestuarios, operadoras de telefonía, entre muchos otros con tan buenos resultados que solo obras como El Curioso Caso de Benjamín Buttom pueden superarla. Muy leves detalles escapan al ojo del viejo Clint que sigue, a su edad, dando cátedra de cómo se debe hacer cine.



El laureado director presenta una trama tan fuerte y tan bien desarrollada que hace aflorar sentimientos encontrados en el público, cada secuencia está tan cargada, emotivamente hablando, que en buena cantidad de ocasiones la gente puede sentir la tensión, la rabia, la impotencia y la frustración que enfrenta una madre cuando nadie le cree ni le apoya; también se puede sentir esa sensación de vacío en el estómago por el suspenso y la expectativa que genera cada complicación y cada giro.

Pero es de darle mucho mérito a una irreconocible Angelina Jolie que se aleja, por mucho, de sus clásicos papeles y que hace eco de otros como en Girl, Interrupted y Beyond Borders su caracterización como Christine Collins es excelente, ya que su pálida y demacrada piel, sus expresiones, en las cuales sus ojos y boca son protagonistas de por sí, y su adecuación vocal dejan una imagen de una mujer frágil pero que el amor la mueve para que saque fuerzas de flaqueza y demuestre lo que una madre puede hacer por sus hijos.

Christine no se queda quieta o callada para denunciar que las autoridades han dejado de investigar la desaparición de su hijo Walter y, aun peor, le han dado a un niño cualquiera alegando que es el verdadero niño, haciendo caso omiso de las objeciones de la desesperada madre que halla un gigantesco respaldo en el Reverendo Gustav Briegleb, interpretado por el siempre solicitado John Malcovich, que hace del caso Collins un estandarte más de las denuncias que realiza en contra de la corrupta policía angelina; la actuación de Malcovich, aunque de un perfil relativamente menor a otros trabajos realizados, deja muy gratas sensaciones y, aunque no opaca a Jolie, tampoco se impone como una figura representativa.


Por su contacto con Briegleb y el entusiasmo que le genera, Christine será objeto de varios de los peores abusos de autoridad mientras su hijo sigue perdido; pero los causantes directos de tantos vejámenes y arbitrariedades son los mismos que se suponen defienden a la sociedad como tal; estos corruptos, que se hayan por montones en sociedades como la nuestra y que no tienen reparos en ser jurado, juez y verdugo lo hacen todo solo porque creen tener el poder y la verdad absoluta, es aquí cuando el jefe de policía James Davis y el capitán J.J. Jones (interpretados muy bien por Colm Feore y Jeffrey Donovan respectivamente) causan tanta repulsión, desagrado e intolerancia entre el público por el simple hecho de que se acercan demasiado a la cruel realidad que se vive.

Pero no solo hay policías ‘malos’ también hay ‘buenos’ y es en éste apartado que destaca el detective Lester Ybarra interpretado por Michael Kelly; un agente que por azares del destino al tratar un “simple” caso migratorio se topa con un horrendo escenario que dará un vuelco total a la trama y traerá consecuencias imprevistas para todos los anteriormente involucrados; éste nuevo escenario presentará un nuevo antagonista, Gordon Northcott, un chocante personaje realizado por Jason Butler y que a su paso, un tanto corto, por el film deja una estela de muerte y confusión que hará saltar todas las alarmas, haciendo que la comunidad se movilice para, curiosamente, enfrentar la incapacidad y crapulencia de las autoridades.


Se puede apreciar a lo largo del desarrollo de la historia, cómo aspectos y situaciones dadas en ciertos años y tiempos repercuten en las decisiones, leyes y normativas actuales; como el hecho de que antes, al menos en Estados Unidos, se tenía que esperar un mínimo de 24 horas para comenzar a buscar a niños desparecidos; situación que hoy es inconcebible pero tuvieron que darse situaciones como la vivida por la señora Collins para modificar esos patrones.

Es de recalcar ciertos simbolismos como cuando la señora Collins parece estar tras las rejas de una prisión llorando desconsoladamente, dicha escena denota como se siente en su interior, abandonada a su suerte, con un odio reprimido y encerrada en su propio sufrimiento, situación que solo una madre que haya pasado por lo mismo puede comprender. Así también, se hace un retrato de la realidad, cuando el Reverendo Briegleb habla, ora, predica y denuncia por medio de la radio las atrocidades e incompetencia de las autoridades como ya ha pasado, con otros líderes comunales similares, en muchas ocasiones, en tantos otros países.

A nivel técnico, la película ostenta una de las mejores utilizaciones de claro-oscuros y contraluces que haya visto en mucho tiempo, además del amplio uso de colores opacos, fríos, grisáceos y poco contrastantes, todo eso unido para darle una imagen más sublime para combinar con los sentimientos que denotan los personajes en cada secuencia; la mínima pero muy correcta utilización de música de fondo no deja de ser percibida con mucho agrado y tiende a resaltar el tono emotivo de los momentos clave.